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 Combinación de tres fotos de archivo de 2016 de, izquierada a derecha, la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen en Asunción, Paraguay, 29 de junio; el presidente electo estadounidense Donald Trump en la Casa Blanca el 10 de noviembre y el presidente chino Xi Jinping en Santiago, Chile, el 22 de noviembre.
Combinación de tres fotos de archivo de 2016 de, izquierada a derecha, la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen en Asunción, Paraguay, 29 de junio; el presidente electo estadounidense Donald Trump en la Casa Blanca el 10 de noviembre y el presidente chino Xi Jinping en Santiago, Chile, el 22 de noviembre.
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WASHINGTON – Sea por accidente o con toda intención, el presidente electo Donald Trump ha insinuado que endurecerá la política estadounidense hacia China, lo que ha provocado advertencias tanto del gobierno saliente del presidente Barack Obama como de Beijing.

El lunes, el vocero de la Casa Blanca, Josh Earnest, dijo que un conflicto en torno a la soberanía de Taiwán —la isla autónoma con la cual Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas en 1979— podría “socavar” los avances logrados con China. La ruptura fue parte de un acuerdo con Beijing, que sigue considerando a la isla territorio suyo. De todos modos, Estados Unidos sigue vendiendo armas a Taiwán y mantiene con la isla otro tipo de relaciones económicas.

Trump violó el protocolo la semana pasada al hablar con la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen y luego cuestionó la política comercial y militar de Beijing a través de Twitter.

“No está claro cuál es exactamente su objetivo estratégico”, dijo Earnest. “Dejaré que lo expliquen ellos”.

Hasta el momento los asesores de Trump han emitido mensajes confusos acerca de si la conversación con la mandataria taiwanesa fue un paso hacia una nueva política o simplemente una llamada de felicitación.

El secretario general de la Casa Blanca entrante, Reince Priebus, dijo que Trump “sabía exactamente lo que sucedía” cuando habló con Tsai, pero el vicepresidente electo Mike Pence dijo que se trató “simplemente de aceptar una llamada de cortesía y felicitación”.

Trump ha jurado ser “imprevisible” en la escena mundial, un enfoque que califica de necesario en contraste con el estilo deliberativo de Obama, con sus pronósticos públicos sobre la política estadounidense, pero la imprevisibilidad de Trump probablemente enervará tanto a aliados como adversarios, dejando abiertos grandes interrogantes acerca de si el novato en política exterior tiene estrategias o actúa por impulso.

El gobierno autoritario chino prefiere la previsibilidad en su trato con otras naciones, sobre todo Estados Unidos. Este país y China son las primeras dos economías mundiales y el comercio bilateral de bienes y servicios alcanzó casi 600.000 millones de dólares el año pasado.

Si bien ha habido fuertes diferencias entre Washington y Beijing por la política de éste en el Mar Austral de la China y la presunta ciberpiratería de secretos comerciales, las dos potencias han colaborado eficazmente en cambio climático y el acuerdo nuclear con Irán.

El llamado telefónico entre Trump y Tsai conmocionó a los diplomáticos estadounidenses. Varios funcionarios expresaron en privado su profundo malestar porque el equipo de Trump no advirtió al gobierno ni le dio la oportunidad de brindar asesoría.

Max Baucus, el embajador de Estados Unidos en China, habló del asunto con el vicecanciller chino para reiterar la política de Estados Unidos de reconocer una sola China en nombre del gobierno actual.

El vocero de la cancillería china Lu Kang dijo el lunes que este país “no hará declaraciones sobre los motivos del equipo Trump” para enviar esos tuits y expresó confianza en que las partes seguirán apoyando una “relación bilateral sólida y estable”.

Pero un comentario de la agencia noticiosa estatal Xinhua incluyó una advertencia velada.

“Al suceder en una relación EEUU-China generalmente positiva, Trump debe resistir los llamados irresponsables a tomar medidas provocadoras y dañinas hacia China como quieren ciertas elites políticas belicistas”, escribió el comentarista Luo Jun. “La obsoleta mentalidad de suma cero es tóxica para las relaciones exteriores de Washington. Sería un error pensar que Washington se beneficiaría al socavar los intereses medulares de Beijing”.