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El tema de los indocumentados en la universidad cautivó a los periodistas asistiendo a la cuarta conferencia anual de la Education Writers Association (EWA), que se llevó a cabo el 10 y 11 de septiembre en el hotel Hilton de Anaheim.
El tema de los indocumentados en la universidad cautivó a los periodistas asistiendo a la cuarta conferencia anual de la Education Writers Association (EWA), que se llevó a cabo el 10 y 11 de septiembre en el hotel Hilton de Anaheim.
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Los retos que viven los indocumentados en la universidad y el impacto del fin de DACA en la educación superior fueron uno de los temas más destacados discutidos durante la cuarta conferencia anual para la prensa y medios de comunicación en español de la Education Writers Association (EWA), que se llevó a cabo el 10 y 11 de septiembre en Anaheim.

Uno de los paneles más concurridos fue el denominado “La verdad en la penumbra: Indocumentados en la universidad” donde participó un catedrático universitario, una coordinadora de programas universitarios para ‘dreamers’, dos jóvenes beneficiarios del Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia o DACA y un periodista que sirvió de moderador.

“El cinco de septiembre la decisión del presidente Trump de poner fin de facto al programa DACA es una acción cruel y problemática”, dijo Marcelo Suárez-Orozco, catedrático de la Universidad de California, Los Ángeles.

“La insensible acción del presidente pone en riesgo grave a decenas de miles de estudiantes inmigrantes y busca negar la participación plena en nuestra sociedad para cientos de miles de otros… ahora estos jóvenes están de nuevos en la sombra de la ley”.

Pacto con el diablo

Este catedrático presentó resultados de una investigación reciente en donde entrevistaron a más de 909 estudiantes universitarios indocumentados. Hallaron que estos universitarios trabajaban mientras estudiaban y que sus niveles de ansiedad estaban más elevados que los que no estaban en el programa DACA.

Antes de que DACA existiera, vivían preocupados por la deportación. Pero al estar en DACA, sin embargo, los estudiantes tenían tasas más altas de ansiedad que los que no lo estaban debido a que su “seguridad” se basaba en los datos personales de sus padres.

“A menudo escuchamos de nuestras jóvenes cosas como: pasé por depresión y ansiedad debido a mi estatus migratorio. Pero, el aumento de sensación de ansiedad ha incrementado por haber tenido que exponer a los miembros de la familia”, agregó Suárez-Orozco.

El DACA dio permiso a unos 800.000 jóvenes sin papeles para que salieran de la sombra a la luz. De hecho, estos jóvenes son un grupo muy heterogéneo. La gran mayoría son mexicanos: ocho de cada 10. Luego le sigue otros países, muy de lejos, como El Salvador, Guatemala, Honduras, Corea del Sur y Perú.

Este grupo de jóvenes hizo todo lo posible para llegar a “ser americanos pero sin el papel”, añadió Suárez-Orozco. Pero que lamentablemente hicieron “el pacto con el diablo”.

Los ‘soñadores’ opinan

“Aunque se cómo lavar baños, no es algo que quisiera hacer. ¿Quién va a querer limpiar un baño?” responde María Kuripet, una joven indocumentada que estudia administración de empresas en la Universidad de Kansas y que quiere llegar a ser contadora pública.

Ella vino a los 18 meses de Puebla, México. Sus padres la trajeron de manera irregular porque querían algo mejor para ella. “La verdad es que no soy nadie especial. Mi historia es igual que los demás”.

Julián Lucas es otro joven indocumentado en la misma situación que dio su testimonio ante los medios durante la cuarta conferencia de la EWA sobre el periodismo de la educación de los Latinos en la era de Trump.

Lucas vino de Veracruz a los ocho años y claramente recuerda haber cruzado con gente que no conocía. Al querer irse a estudiar, tuvo que trabajar en las factorías donde “no le preguntaban por los nueve dígitos” del seguro social.

“No quisiera tener que volver hacer esos trabajos duros desde 6:00 de la mañana a 9:00 o 10:00 de la noche”.

Lucas acaba de graduarse de la Universidad en Berkeley con una licenciatura en ciencias políticas y desea ser un juez en la Corte Suprema porque le fascinan las leyes estadounidenses. Vive en Los Ángeles y siente que la etiqueta de ‘dreamer’ no lo define.

“No soy soñador, soy luchador”, afirmó.